martes, 24 de julio de 2018

Primera carta a mi futuro sobrino, o los tres primeros puntos.

Querido sobrino:

Cuando me enteré de tu existencia, yo me encontraba en un Londres lluvioso, pero mágico. Estaba paseando por una de sus maravillosas calles cuando tus papás decidieron llamarme y enseñarme una imagen en la que se podía ver un bebé y que ya me parecía el más bonito del mundo.
Ver cómo mis primos empezaban a expandir la familia era, para mí, motivo de alegría. Pero la tita no puede tita al cien por cien, porque no tengo hermanos que puedan tener hijos, así que me tomo cierta libertad para poder llamarte sobrino.

Cuando llegues a este mundo, verás la luz y la oscuridad no solo en los paisajes, sino en todo cuanto te rodea, tangible e intangible. Verás que tu mundo no se reduce a una simple barriguita, sino que hay un gran planeta al que a alguien se le ocurrió llamar Tierra que te está esperando, lleno de personas, tu familia, que están deseando ver cómo algo tan pequeño tiene la posibilidad de hacerse tan grande; y también lleno de otras personas, otras personas que tendrás que conocer por tu cuenta, pero que quizá estéis predestinados a encontrar.
Quizá querrás ser un jugador profesional de fútbol, de baloncesto o de tenis, puede que te gusten los videojuegos y el color azul sea tu favorito. Quizá no. Quizá te guste cocinar, jugar a las muñecas, leer, devorar las palabras y que tu color favorito sea el naranja. Sea lo que sea lo que te guste, cariño, es tu decisión y es totalmente respetable. 
¿Sabes lo que les pasa a muchos adultos? Creen que tienen que tomar todas las decisiones de los bebés o niñitos, cuando no es así. Punto número uno: tú eres una personita capaz de tomar ya algunas decisiones -al menos cuando seas capaz de leer esto, lo serás- y no deben imponerte tus gustos. Ni amigos, ni familia. Eres tú el que tiene derecho a comenzar a decidir y el que tiene derecho a comenzar a equivocarse.
Equivocarse. Con esta palabra podríamos hacer una gran tesis, sobrino. Vas a equivocarte mucho. Muchísimo. Esto nos lleva al punto número dos: Equivócate. Sí, en imperativo. Equivocarse por algo suele implicar una  decisión no acertada. Muchos adultos te dirán un «ya lo sabía» o un «ya te había avisado yo» cuando esto ocurra. ¿Te cuento un secreto de adultos? Se nos ha olvidado lo que era ser niños, pero no se lo digas a nadie. 
Cielo, equivocarse no está mal. Es justo y necesario en esta vida equivocarse para poder, en un futuro en el que las decisiones se vayas haciendo cada vez más complicadas, tener una experiencia en esta vida que nos permita poder elegir mejor. Hay veces que nos equivocamos de camino, pero de él sacamos mucha sabiduría. Los adultos solemos decir que de los errores se aprende.
Punto número tres: los adultos son un espécimen raro. A veces parecen robots. Se levantan, van a trabajar, llegan a casa,  comen, siguen trabajando, cenan y a la cama. Día tras otro sin parar.
No quieras ser un niño mayor rápido. Cuando lo seas, aprenderás que cada etapa de esta vida tiene sus cosas buenas y malas y que de cada una te llevarás miles de miles de recuerdos. También aprenderás que no se puede ser Peter Pan y, una vez pasa una etapa, ya no puedes volver a ella. Es ley de vida. Disfruta de cada momento, pues cada uno es especial. 

Voy a dejar muchas palabras en el tintero. Llegará un momento en el que escriba sobre ellas. Quizá cuando te entren las primeras dudas e inquietudes; o puede ser que sea en el momento en el que vea tus ojos cuando decida que debo escribirte la siguiente carta. Pero esta no es la única. A la tita Celia le gustan demasiado las palabras.


Recuerda: 
-Toma tus decisiones
-Equivocarse no es malo
-Disfruta de cada momento

Con mucho amor, 

Tita Celia

-Palabrita de Celia 
























viernes, 10 de marzo de 2017

The Truth



My mouth tries to
tell you the truth.
The one that cannot 
be told for the fear of
loosing you.

My heart tries to
let you come in.
As if I lived in a house
and no one but you 
could enter here.

My eyes try to
show how with you
I don't have to 
pretend to be 
someone else.

And, darling, I just
wanna show you the truth
But the scars in my mind
don't want me to.

My feet try to 
move on,
but my body aches
as it did before.

And I swear I've tried
to change.
But my heart aches as in
those rainy days.

And, sweetheart, I just
want you to know
the whole truth:
I miss you.

I miss the way you
told me to be myself 
I miss the way you used to
scratch my head.
I miss the way used to
make me feel.
As if I could do anything
by being me.

And I miss the way 
we used to laugh
and how love shone
over the darkest times.
I miss the way you
made me feel.
As if I could do anything
by being me.

My mouth tries to
shout out the truth,
but here I am
with that stupid fear 
of loosing you.

Baby, I just want you 
to see that you 
meant everything 
to me.

- Palabrita de Celia









martes, 7 de marzo de 2017

Luces


Aquella noche de marzo de 2015 las luces de neón brillaban más que nunca y yo quería brillar junto ellas. Pero esa noche toda la luz que portaba en mi interior se apagó. Me las apagaron sin permiso. Ahora soy una luz fundida que, de vez en cuando, intenta brillar para alumbrar a otras personas.
Aquella noche salí con todas las luces encendidas, pues quería alumbrar la fiesta con luz propia. Todavía recuerdo como si fuera ayer la manera en la que deslumbraba. Era inapagable. 
Mis amigas y yo estábamos disfrutando de esa noche como otra cualquiera, pero no lo fue.
Fuimos a la discoteca a bailar, queríamos darlo todo en la pista, cantando y bailando las canciones que sabíamos como si las hubiésemos escrito nosotras mismas.
Entonces él se acerco a bailar. Él no tiene nombre ni cara. Él era un completo desconocido para mí.
La música seguía sonando y las luces de neón de la discoteca seguían brillando… Ojalá se hubiesen apagado para poder salir huyendo de allí.
Se acercaba, cada vez más… Mis luces le llevaban a un camino que yo no quería que él siguiera, hasta que por miedo, todas ellas se apagaron y le dejaron vía libre para seguir con su hazaña. Entonces me fundí completamente.
Empezó a besarme. Mis labios tenían para él el sabor de la victoria por haber conseguido el premio que tanto anhelaba, pero no paro ahí.
El chico sin rostro comenzó a tocarme sin permiso, como si yo fuera un objeto desconocido que tiene que averiguar cómo funciona. Como si fuera un objeto recién adquirido. 
Necesitaba que parara de tocarme. No quería que siguiese con su juego, pero ahí estaba yo, siendo la marioneta de su función.
Seguía. Él no quería parar. Nadie hacía nada. Me encontré sola y a la vez rodeada de gente que, al igual que yo, eran incapaz de reaccionar. Los demás por la música, yo por miedo.
Después del pánico, vino la reacción. Por un momento, las luces se encendieron para mostrarme el camino de vuelta.
Quité sus manos de encima y salí huyendo. Al coger aire se me apagaron todas las luces con las que había podido divisar el camino de la salida del infierno.
Quizá algún electricista sepa lo que le pasa a las bombillas del corazón ahora, quizá algún electricista sepa cómo reparar los cables para poder volver a brillar, o tal vez tenga que aprender a convivir con las luces rotas durante el resto de mi vida ayudándome de una linterna para poder alumbrar un poco mi vida.
Sin luces vivo con miedo constante a que todo el cableado que me compone se rompa, y así yo terminar de romperme con él.
Nadie se me merece que un chico sin rostro apague su luz propia. 
Han pasado dos años. Me apagaron con dieciséis. 



domingo, 5 de marzo de 2017

Silent Night





In the silent night
still I remember
the way you hold me tight.

Still I remember 
those nights 
when the Silver Tonel  
looked bright.
But, suddenly,
nightmares began 

And now
the Golden Ring 
needs to escape,
give light, 
and sweet dreams
to this poor child 

For I have been consumed 
by the darkness 
and the nightmares
I would love to hide.

In the silent night
Still am I crying
for a new morning 
to come.




martes, 16 de agosto de 2016

Más que mil palabras.

Si una imagen vale más que mil palabras,
tu retina debería recordar la manera
en la que siempre te miraba,
como si cada día fuese el último.

Como si el mañana
no fuera a existir.
Como si la Luna fuese eterna
y no dejase nacer al Sol.

Si lo tangible es siempre real,
acuérdate del momento en el que
tus dedos tocaron las cicatrices de mi alma.

Como si tus caricias
pudiesen curarme.
Como si tus besos
me hiciesen fuerte.

Si los sueños son ficción,
mi vida se ha vuelto
una auténtica pesadilla.

Los monstruos susurran
palabras endemoniadas
que se clavan como espinas
en mente y corazón.

Ni tus caricias me curaron,
ni tus besos me hicieron más fuerte.

Maldita moneda de plata
que no derrota al oro celestial.
No quiero ver el día
cuando yo amo la oscuridad.

Y si una imagen vale más que mil palabras,
mírame a los ojos una última vez
y déjame decirte lo que siento
con el susurro de mis pestañas.


-Palabrita de Celia

miércoles, 30 de marzo de 2016

Arquitecta

  Ella construyó, con mucho esfuerzo, empeño y dedicación, todo lo que siempre había deseado. No fue nada fácil, pues una vez intentó realizar su casa con materiales baratos y endebles, de tan mala calidad que terminaron por resquebrajarse.
  Le dolió tanto el ver que el empeño que puso en lo que ella deseaba tener no funcionase que sus propios cimientos se derrumbaron. Ese octubre de 2013 hubo un gran terremoto que hizo que esas grietas se convirtieran en un puñado de escombros.
  Al principio intentó reconstruir todo lo que había perdido, quería volver a ser la misma persona, rodeada de los mismos ladrillos y ser hecha con el mismo cemento que se desplomó. No podía. Ella no era capaz de reconstruir su casa, su vida entera. Lo intentó cientos de veces sola, y lloraba de la frustración todas y cada una de las noches. No quería darse cuenta de que lo que de verdad necesitaba eran productos de calidad, de esos que valen miles de millones y que son extremadamente difíciles de encontrar.
  La arquitecta tuvo que ir a que una chica, una restauradora de vidas, le volviese a enseñar a confiar más en ella misma. La restauradora de vidas le enseñó a que no podía olvidar nunca lo que había pasado con los cimientos, porque el pasado siempre está presente, paradójicamente; le enseñó que tenía que tener confianza en ella misma, porque si no se estaría limitando. Le enseñó que antes de comenzar una carrera de obstáculos hay que dar un paso atrás para coger impulso. Y que los daban un paso hacia delante eran descalificados de la competición.
 La restauradora de vidas le ayudó a construir una base densa y fuerte, y le dijo que ya no necesitaría más, que lo que quedaba lo tenía que construir ella con su esfuerzo, empeño y dedicación.
  El miedo a construir seguía presente, aunque nunca lo reconoció. La arquitecta sonrió y le dio las gracias, prometiendo que lo haría, que construiría lo que ella había anhelado durante mucho tiempo; pero la arquitecta había aprendido a ser una actriz con la restauradora, incluso creía que debía ser galardonada por hacer creer a una restauradora que ella estaba por fin sin ningún desperfecto visual. 
  Ella volvió con las bases fuertes y forjadas, pero tenía fobia a seguir con su trabajo. Creía que no podía, que no merecía la pena intentarlo porque todo se derrumbaría en cuanto alguien entrara; o peor, que ella misma terminaría derribándolo todo. Ella creía ser su propia bola de demolición tan febrilmente que finalizó siéndolo de verdad. 
  Durante un año y medio estuvo sin construir, sin hacer nada más que pasear y ver cómo otros eran lo que construían todo lo que ella deseaba hacer.
  No podía más, sabía que en el planeta Tierra se producían cientos de miles de seísmos y muchos de ellos eran de una escala imperceptible para los humanos, así que tendría que convivir con ese miedo a que se volviese a producir una catástrofe, pero este temor no debía sobrepasar sus ganas de construir.
  La arquitecta puso tanto empeño en cambiar, en ser mejor, que decidió que no sólo se dedicaría a construir su casa, sino que en ésta entrarían personas nuevas, y dentro de este nuevo hogar seguiría construyendo: comenzó por reconstruir su propia sonrisa, su propia mirada, sus palabras. Y junto con esas personas construyó momentos especiales, construyó esencia, amor, amistad.
  La arquitecta se convirtió en una persona nueva, y cada vez que veía los escombros su antigua vida sonreía y pensaba que gracias a ese pasado supo cómo construir un mejor presente.


 
-Palabrita de Celia



martes, 22 de marzo de 2016

Palabras.

Suelo escribir poesía en este pequeño hogar,
en este pequeño gran mundo que he creado para mí sola.
Pero hoy no quiero versar mis lágrimas;
hoy quiero que éstas se derramen una a una
y que humedezcan la almohada.

Tonta de mí que no puedo parar
con esta droga tan sana
escribir y describir:
rabia
impotencia
dolor
amor;
en este pequeño hogar,
en este pequeño gran mundo
que creé para nosotros.

Hoy las palabras se fusionan
con el agua salada
haciendo que el mundo entero tiemble,
que mis fortalezas se derrumben,
que muestre un poquito más de mí.

Y un día más
las palabras son
los puntos de sutura
que curan mis heridas.

-Palabrita de Celia.